El Costo de la ignorancia
El costo de la ignorancia
Por Julio Caminero
Treinta y dos años después, recuerdo que las discusiones en las aulas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo entre muchos de los que hoy son funcionarios de alto nivel del gobierno, giraban en torno a que la baja inversión en educación tenía el propósito de mantener a la población en el atraso y así poder manipularla políticamente. Pensaba que cuando nuestra generación llegara al poder político las cosas cambiarían radicalmente.
Ciertamente, solo en un país que en la época de la tecnología de la información tenga un 15.6 por ciento de adultos analfabetos, dentro de los cuales hay unentro 8.3 por ciento de jóvenes entre 15 y 24 años, podemos observar las debilidades que en materia de institucionalidad y transparencia acusa la República Dominicana. Peor aun, que un Presidente de la República haga referencia a informaciones distorsionadas de la realidad y reciba el beneplácito del aplauso.
Dice el presidente de la Republica en su rendición de cuentas a la nación el pasado 27 de febrero que en materia de ecuación e´ p`lante que vamos, aunque se ve en la necesidad de juntar la inversión en educación con la inversión en salud, para no reconocer que el 1.8 por ciento del PIB de gasto en educación es el penúltimo de la región de América Latina y El Caribe, de una selección de 23 países que hizo el Programa de la Reforma Educativa de América Latina y El Caribe, publicado por la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE).
De acuerdo con esta publicación, que la ANJE titula REPROBANDO, ocupamos los últimos lugares en los indicadores de la calidad de la educación: a penas de 2 a 2.39 horas netas de clase, somos de los más bajos en conocimiento en materias como matemáticas y lenguaje. Tenemos el honor de ocupar los lugares 115, 114 y 113 de 117 países en Ciencias, en Calidad de las Investigación Científica y en Ecuación de Matemáticas.
Un pueblo sin educación no conoce sus derechos y deberes, mucho menos desarrolla la potestad de exigir transparencia e institucionalidad y a que se le brinde la oportunidad de crecer personalmente, al margen del paternalismo que incuba la pobreza dura. Ni hablar de que las probabilidades de salir de la pobreza se reducen significativamente. No es casual que el nivel de pobreza pasara de 29.9 por ciento en 2002 a 36 por ciento en 2006 y 40 por ciento en 2007, no obstante un crecimiento del PIB superior al 9 por ciento anual.
Solo en un pueblo sumido en pobreza y la ignorancia podemos observar que el 80 por ciento de su gente diga que la situación económica de su país va por mal camino y que su situación personal no ha mejorado con el modelo económico que aplica su Presidente, pero al mismo tiempo le premia con una supuesta alta intención de votos.
Solo a un pueblo sumido en la pobreza y la ignorancia un Presidente puede decirle que el desempleo se redujo de 19 a 15 por ciento en tres años y medio, convencido de que como ese pueblo no lee y además está adecenado, por el control que tiene de los medios, no se enterará que para el 42 por ciento de la población su principal problema es el desempleo y para el 69 por ciento el alto costo de la vida. Recordemos que en circunstancias similares y utilizando métodos de los chequecitos Alberto Fujimori compró una reelección y apenas puedo juramentarse.
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