San Cristóbal: ciudad irremediable
Por LEONEL MARTINEZ
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La
realidad del municipio cabecera se percibe como un angustiado paralelismo
perece el río Nigua y también sucumbe San Cristóbal. Atrás, la remembranza de
una ciudad con más de una decena de fábricas y numerosas fuentes de trabajo. La
urbe estaba bordeada por praderas, cañaverales, y campos agrícolas que suplían
de alimentos a la gente del pueblo.
La
villa sureña florecía igual que sus jardines caseros, en una vida social
decente, envidiable, si contamos que existían clubes deportivos y culturales,
poesía coreada, grupos teatrales, pintores y artistas diversos. Además de un
ambiente estudiantil de primera categoría: los egresados del Instituto
Politécnico Loyola, del liceo Manuel María Valencia, de los colegios San Rafael
y Max Henríquez Ureña (cerrado recientemente), eran reconocidos en cualquier
universidad como estudiantes excelentes.
Pero
la actualidad, -modernidad- golpea duramente a San Cristóbal. Por ejemplo, el
Ayuntamiento es sólo un nombre, o mejor dicho un hombre, que batea el pasado,
el presente y el futuro de esta sentida comunidad, la cual proyecta un derrumbe
en todos los aspectos, y más en lo moral; porque lo de la delincuencia, la
inseguridad, la basura, el crecimiento urbano caótico y otros males, ya no
importa. ¡Qué pena!
Aquellos
que caminan por sus barrios marginados peregrinan por laberintos deprimentes,
que de momentos recuerdan las películas de terror, de esas que hasta el
protagonista muere. ¿Y quién cambiará este panorama?
Es
triste saber que los milagros sociales ya no existen sin revoluciones. Sería
necesario un movimiento colectivo de rescate de nuestro pueblo, que de hecho ya
se inició en el sector cultural.
Me
espanta pensar que San Cristóbal es una ciudad irremediable. Mi pesimismo no es
un rayón de tinta china sobre la camisa. En cambio, la voluntad y la decisión
pudieran borrar esas graves dificultades, que a los ojos de muchos parecen
manchas indelebles, como el comportamiento ingrato de las hijas de “Papá
Goriot” en la novela de Balzac. Aunque al morar en San Cristóbal emane una
sensación como de que vivimos parte de su “Comedia Humana”.