Un adiós a distancia
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- Por: OPINIONSURSUR -
Artículo: Un adiós a distancia
Despedir a un familiar nunca había sido tan doloroso. En un momento en que el acompañamiento y la solidaridad resultan tan necesarios para hacer más ligera la pesada carga emocional del último adiós, la soledad se siente con mayor intensidad debido al aislamiento físico por el nuevo coronavirus.
A la pena por la muerte de un ser querido, se une la ausencia de honras fúnebres, en la mayoría de los casos, y sepelios fugaces con la presencia de escasos familiares, debido al distanciamiento social que obliga a restringir las salidas para minimizar contagios, aunque el deceso no haya sido por Covid-19.
Ese acto presencial para acompañar al amigo en medio de la tristeza, darle un abrazo o una palmada en el hombro, incluso con la tan usada frase “te acompaño en tus sentimientos”, queda ahora limitado a mensajes de solidaridad a través de correos electrónicos y redes sociales.
La familia de María de los Santos, de 28 años, vivió la semana pasada esa otra forma de aislamiento en medio del dolor, cuando la joven falleció de un cáncer en el estómago que la mantuvo postrada en una cama por siete días en medio de la pandemia.
La familia de escasos recursos buscaba afanosamente ayuda para adquirir los medicamentos, suplementos alimenticios y quimioterapia que ella necesitaba, además de recursos para la manutención de sus dos hijos que dejó en la orfandad, uno de 10 años y otro de apenas siete meses de nacido.
En un tiempo en que la atención de la sociedad dominicana está centrada en contrarrestar la expansión del virus que ya ha matado a más de 200,000 personas e infectado alrededor de 2,800,000 en 193 países o territorios, las últimas horas de María con vida y su sepelio en el cementerio de la comunidad Hacienda Estrella, de Santo Domingo Norte, donde residía, fueron en la más estricta intimidad familiar.
La joven falleció a las 9:00 de la noche del sábado 18 de abril, pero debido al toque de queda impuesto por las autoridades, la adquisición del ataúd se retrasó hasta el día siguiente a las 7:00 de la mañana y en apenas tres horas ya había sido sepultada.
“Fue muy triste todo, no se le podía dar un abrazo de consolación a nadie en un momento tan difícil, todo era de lejitos”, dijo sobre el rápido velatorio su amiga Isabel Mera Núñez, quien precisó que al sepelio en el cementerio de Hacienda Estrella solo asistieron dos hermanos, el que estaba ayudando a enterrarla y un chofer.
La negación de su vida
La despedida del ebanista Domingo Antonio Estrella Morales, de 66 años y quien falleció el pasado 6 de abril de un paro cardíaco, fue la negación de su personalidad y trayectoria.
Un hombre sociable, cristiano, consejero y solidario con sus vecinos del sector Girasoles III de Santo Domingo Oeste, donde residía, fue sepultado sin velatorio y solo con la presencia de sus tres hijos, un cuñado y un tío.
La despedida se limitó a comprar el féretro, gestionar el transporte y llevarlo al cementerio Cristo Redentor de la capital. Su hijo, Euddy Estrella, de 28 años, declaró a LISTÍN DIARIO que fue “muy doloroso enterrar a papi así, sin la presencia de sus amigos y seres queridos, aunque era cristiano y muy querido en el barrio”.
Definió a su progenitor como una persona justa, que no le gustaba lo mal hecho y daba de lo suyo aunque se quedará con pocas cosas, un hombre que siempre aconsejó a sus hijos para no se metieran en problemas.
“Un entierro así hace ver como que no tenía a nadie, no fue muy agradable esa situación”, precisó Euddy sobre su padre, quien también era un amante de los animales.
La familia, cuando pase la actual crisis sanitaria mundial por el coronavirus, tiene previsto organizar un culto religioso y un encuentro en la casa para recordar la vida del señor Estrella Morales.
De la morgue al cementerio
Una joven de 26 años que prefirió el anonimato informó que la funeraria donde su madre estaba inscrita no estaba ofreciendo el servicio y por tanto tuvieron que llevar el cadáver directamente de la morgue al cementerio.
La dama de 60 años murió de complicaciones renales hace dos semanas y fue sepultada por ella junto a dos tíos, ya que otra hija que vive en España no pudo viajar y tampoco su hermano residente en una provincia del sur del país.
“Eran más los buscavidas que estaban preparando el nicho que los familiares”, dijo la joven, quien precisó que por lo menos se ahorró el drama que implican las honras fúnebres y sepelios, ya que nunca le han gustado los cementerios, velorios, horas santas y otras actividades que se acostumbran a hacer cuando alguien muere.
Cuanto pase esta pandemia ella tiene previsto organizar un encuentro con familiares y amigos de su madre para recordar sus ocurrencias y la alegría que siempre la caracterizó. “Se lo decía a todo el que llamaba para dar el pésame y se lamentaba por no poder estar presente. Con mi familia y los amigos de mi mamá prepararé una reunión. Sin café, sin llanto, sin velas, sin caja. Solo buenos recuerdos para celebrar la vida”, añadió.
Una semana después del deceso todavía la joven recibía condolencias de amigos y allegados que recién se habían enterado del deceso de su madre.
Ni siquiera un sacerdote
El señor José Fernández consideró tedioso enfrentar la muerte de un familiar en medio de la actual pandemia, ya que en su caso no pudo delegar algunas gestiones propias del sepelio en otros parientes.
Aunque no confrontó tantas dificultades porque ya tenía los servicios funerarios contratados y un nicho en el cementerio de la avenida Máximo Gómez de la capital, resultó frustrante enfrentar prácticamente solos un momento tan doloroso.
Su suegra Ángela Mejía falleció el pasado 16 de abril de un infarto a la edad de 96 años y a su sepelio acudió él, su esposa Lucetta Guzmán Mejía y dos hermanos también con sus respectivas esposas, pese a que ella era una mujer admirable y muy querida.
“Solo la expusimos por tres horas porque sabíamos que no iría nadie y ni siquiera pudimos conseguir un sacerdote para una misa de cuerpo presente, porque la iglesia también está en cuarentena”, indicó Fernández, quien asegura de no ser por el actual confinamiento por el Covid-19, la funeraria donde velaron a su suegra se hubiese llenado sólo con la presencia de familiares y amigos.
Gestiones se dificultan
La situación de las personas que mueren en sus casas resulta actualmente mucho más frustrante por la falta de ambulancias y debido a que los protocolos para el transporte ahora son más complejos por la pandemia que hasta ayer había dejado en República Dominicana 278 muertes y 6,135 infectados.
Cuando a esto se suma, en medio del actual confinamiento por el nuevo coronavirus, las precariedades económicas que dificultan la compra del ataúd y gestionar de imprevisto un lugar para el entierro, el trauma es mucho mayor para los deudos.