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El final macabro de Miriam Pinedo

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El asesinato de Miriam Pinedo viuda Morales fue considerado en Bélgica como uno de los más atroces jamás cometidos en su territorio.

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María Isabel Soldevila Brea
Bruselas, Bélgica

En los últimos dos años de existencia de Miriam Pinedo cabe el dolor de muchas vidas. El 16 de julio de 1970 policías uniformados asesinaron a tiros a su esposo, Otto Morales Efres, entonces Secretario General del MPD. Miriam Pinedo, temiendo por su vida, inició un par de meses después un periplo que la llevaría junto a sus hijos a Cuba, Madrid, París y finalmente a Bruselas, en octubre de 1970. Allí terminaría destrozada, literalmente.

Una serie de cinco reportajes de investigación, publicados por el diario “Le Soir” a partir del 10 de marzo de 1972 bajo la firma de René Haquin, reconstruye el viacrucis de Pinedo. A su llegada a Bruselas, se le asigna una asistenta social, Yvonne Delieu. Sus hijos son ubicados en diferentes instituciones. La inscriben en un establecimiento de educación superior, para llenar un requisito. “Miriam apenas habla. Solo le dice a uno u otro que tiene miedo, que está en peligro. Pero no especifica nada”.

Sus compatriotas le encuentran un lugar donde vivir, dice Haquin en su primer reportaje: el tristemente célebre apartamento de la Rue Van Aa 94, donde el domingo 23 de mayo de 1971 las autoridades recogieron el cadáver de Maximiliano Gómez, y rescataron a una moribunda Miriam Pinedo viuda Morales. Casualidades de la vida, ese trágico día Otto habría cumplido 26 años.

Cinco meses antes de esa fatídica noche, la viuda de Otto Morales fue ingresada durante 12 días en “Le pavillon des oiseaux” (El pabellón de las aves), un sanatorio para mujeres de la localidad de Braine L’Alleud, cercana a Bruselas. Según testimonios del personal médico recogidos por Haquin, Miriam Pinedo era una mujer “deprimida, solitaria, taciturna”.

Las ‘maletas sangrientas’

Una maleta grande, con estampado de cuadros escoceses apareció en el umbral de la casa número 66 de la avenida Bel Air, del acomodado sector de Uccle, en Bruselas. Era pasada la medianoche del domingo 12 de diciembre de 1971 cuando los esposos Decker descubrieron el inusual paquete. Dos piernas de mujer, una de 66 cm y la otra de 70 cm, aun ensangrentadas, envueltas en fundas plásticas y entremezcladas con restos de ropa de hombre y de mujer. La autopsia reveló que la mujer, bautizada por la prensa como la “descuartizada de Bruselas”, habría sido asesinada el sábado 11 de diciembre, entre las 4:00 y las 8:00 p.m.

“La incisión y el corte fueron nítidos, visiblemente realizados por un especialista, o al menos por alguien con conocimientos anatómicos precisos”, informó el periódico “Le Soir” el 14 de diciembre, en una nota de portada firmada por Léon Lepage. Alrededor de las pantorrillas se encontraron las huellas dejadas probablemente por una cuerda, y en la maleta, en medio de la ropa, trozos de torniquetes.

“La descuartizada de Bruselas”

Cuando el lunes 13 de diciembre de 1971, cerca de las 2:30 p.m. apareció una segunda maleta ensangrentada, esta vez con el tronco, los brazos y las delicadas manos perfectamente arregladas de una joven mujer en la casa número 76 de la calle Américaine, de Ixelles, a apenas kilómetro y medio del lugar donde se encontraron las piernas, la policía y la fiscalía desataron una búsqueda intensa para establecer la identidad de la víctima, de su asesino… y para encontrar la cabeza.

No es hasta el 7 de enero de 1972, cuando llegan desde Santo Domingo las huellas dactilares de Pinedo, que las autoridades belgas confirman su identidad. Y que la investigación paralela en torno a la muerte de Maximiliano Gómez toma un nuevo giro.

El atroz asesinato de Miriam Pinedo en diciembre de 1971 hizo que las autoridades belgas cuestionaran la versión inicial de un accidente en el caso del Moreno. En su reportaje del 10 de marzo de 1972, el periodista de “Le Soir” Réné Haquin escribe: “La autopsia no pudo establecer que Gómez fue envenenado. Sin embargo, los exámenes toxicológicos realizados posteriormente revelaron la presencia de una sustancia no identificada en las vísceras. Podría tratarse de residuos de medicamentos que habría tomado Gómez, pero no se excluye que pudiera tratarse de un veneno que no pudo ser identificado, a falta de un producto de referencia”.

Acusada de la muerte del Moreno?

La muerte del Maximiliano Gómez fue el inicio del fin para Miriam Pinedo. El 28 de enero de 1972, dos exiliados políticos dominicanos presentaron a la Agencia Francesa de Prensa AFP una grabación de hora y media en la que, supuestamente, Miriam Pinedo confesaba haber envenenado al Moreno, según reportes del diario francés “Le Monde” y del belga “Le Soir”.

En ambas publicaciones consultadas se identifica a Manolo Plata como uno de los militantes, pero como su acompañante se menciona tanto a Miguel Reyes Santana como a Roberto Matos Vallejo, todos del grupo de presos canjeados por el coronel Donald Crowley dos años antes.

El artículo de Maurice Denuzière “Confesiones a una grabadora”, publicado en la edición del 3 y 4 de diciembre de 1972 de “Le Monde” explica que, a su salida del hospital, Pinedo habría sido secuestrada por militantes del MPD y que esta habría confesado a una especie de “tribunal revolucionario” que Héctor Aristy, exembajador dominicano ante la UNESCO y opositor al régimen de Balaguer, en connivencia con la CIA, la habían reclutado para envenenar a Maximiliano Gómez.

Aristy ganó en París poco después una demanda por difamación e injuria al semanario “L’Express”, que publicó esa versión. La grabación con la supuesta confesión no fue acogida por el tribunal, ni por los investigadores de Bruselas, pero sí fue defendida por Máximo López Molina y por la propia asistenta social de Miriam, Yvonne Delieu, quien huyó de Bélgica luego de su asesinato y declaró a la AFP, en marzo de 1972, que Miriam le había confesado haber envenenado al Moreno.

Reportes de “Le Soir” reseñan la versión de que un “tribunal revolucionario” se habría reunido clandestinamente en Europa y que, tras escuchar la confesión, condenó a muerte a Miriam Pinedo.

Lo cierto es que, aun sin pruebas concluyentes, al menos públicas, ya nadie se refería a la muerte de Maximiliano Gómez como un accidente. En su informe anual oficial sobre República Dominicana del 30 de enero de 1973, el embajador belga Hugo Walschap se refiere a las muertes de Gómez y Pinedo como “asesinatos”. Walschap pinta un triste cuadro del país.

“Continúan las peleas callejeras, las protestas estudiantiles y las huelgas, la última de las cuales paralizó la educación en todo el país durante varios meses. Las desapariciones y los secuestros, e incluso los asesinatos en el extranjero, como en 1971 en Bruselas (Maximiliano Gómez y Myriam Penodo [sic]) solo despiertan excepcionalmente la preocupación de una población apática, para la que los disparos no están en el aire. Todo esto recuerda al Santo Domingo bajo el yugo de Trujillo. La izquierda responsabiliza al ejército y a la policía y el presidente Balaguer a veces confirma esta opinión de manera inapropiada al culpar a ‘elementos incontrolables’ de la fuerza armada”.

Cincuenta años después, el misterio y la impunidad alrededor de las muertes de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo en Bruselas persisten, quizás para siempre. 

ENTREVISTA

Hugo Hernández: “Nos involucramos en un crimen horrendo, abyecto, terrible”

Hugo Alfonso Hernández Alvarado, uno de los presos canjeados por Donald J. Crowley en 1970, quien aún vive en Bélgica, dice ser una de las últimas personas que vio con vida a Maximiliano Gómez. Sus recuerdos de esos días, hace ya 50 años, los saca del lugar recóndito donde cuenta que escondió toda la tragedia del Moreno y Miriam, para poder seguir viviendo.

LISTÍN DIARIO: ¿Cómo era el ambiente en Bruselas cuando estuvieron en el 1971?

Hugo Hernández Alvarado: Era primavera, como ahora; hacía sol; pero estábamos muertos de frío. Dormíamos en la Rue Vanderkindere con los muchachos, siete, apiñados en un tercer piso.

LD: ¿Cómo describiría a Miriam Pinedo?

HHA: Miriam se veía una mujer dolida, pero también que quería vivir... Me mandaba a buscar los cigarrillos, yo cuidaba mucho a los niños… e hicimos una armonía. De hecho, es por eso que, cuando Moreno llega de París, Miriam me invita a salir con ellos. ¿Quién va a la fiesta? Hugo, Moreno y Miriam… y vamos a bailar con Miriam. Creo que fuimos dos veces a Los Ángeles Negros.

LD: ¿Solo ustedes tres?

HHA: Sí, a Miriam no le gustaba todo el mundo. Machito (Manuel Antonio de Los Santos) venía, pero más bien era colao’ (risas). Y yo iba dizque como escolta, pero qué escolta de pacotilla, ¿no? Todo el mundo quería estar con Miriam y Moreno. Y yo también.

LD: Pero el Moreno estaba en Bélgica supuestamente evadiendo amenazas de muerte… ¿y se fueron de fiesta?

HHA: Moreno sabía que estaba amenazado, todos los sabíamos, pero a eso no se le daba importancia.  Estábamos viviendo. Aquí estábamos, un grupo de dominicanos que nos han sacado y, aunque no le guste a muchos que se creyeron combatientes puros y duros, en ese momento nosotros no éramos tanto peligro, objetivamente hablando, para ningún tipo de régimen, ni siquiera para el nuestro.

LD: ¿Qué pasó la noche del 23 de mayo de 1971?

HHA: Vinimos (al apartamento de Miriam), no sé, es nebuloso aquí. Quién se quedó con los muchachos (los hijos de Miriam), no lo sé… yo creo que Moreno nos dijo ‘váyanse y vengan mañana’. Y nos fuimos, Machito y yo. Al otro día nos levantamos, Ratatá (José Gil Torres) y vinimos a buscar al jefe; vino también Chico (Despradel). Subimos al apartamento del primer piso. Silencio. Hay algo raro. Moreno está en el suelo. Rompimos la puerta. Cuando lo encontramos… Yo veo al Moreno, baba, Miriam, los dos desnudos. Chico dice, ‘váyanse, que los van a coger a ustedes también’. Salimos huyendo, pensamos que era un ataque, a buscar los contactos para que nos sacaran por la frontera. Eso no es cosa fácil. Comer, vestirse, dormir en un sitio. El shock fue inmenso. Yo escondí todo, traté de no recordar, por años esto se volvió un tabú.

LD: La policía de Bruselas creyó en principio que se trató de un accidente…

HHA: Yo también lo creo, profundamente, estoy, convencido de eso. Es políticamente correcto, tratándose de un líder como él, decir que cayó por la lucha… ¡no! Sencillamente cayó por una cosa humana, no cayó por la política…

Lo que se suponía que éramos: militantes demócratas y haberse involucrado en una muerte de las más abyectas y terribles, ¡involucrarnos! 

LD: ¿Se refiere a Miriam?

HHA: Me refiero a Miriam… Pero sí, cómo te vas a ver envuelto cuando salimos porque el régimen de Balaguer, la dictadura de Trujillo mataba gente, y de repente nosotros nos vemos involucrados, lo queramos o no, en un crimen horrendo, abyecto, terrible, que no hay palabras para definir esto, yo no las tengo.

LD: ¿La culparon de la muerte del Moreno?

HHA: (14 segundos de un doloroso silencio). Sí

LD: 50 años para poder decirlo…

HHA: (Lágrimas)… es terrible.

- Por: OPINIONSURSUR - Artículo: El final macabro de Miriam Pinedo
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