oe Biden: Cambio de Paradigma
Opinionsur.net,
Al arribar a la Casa Blanca, el presidente Joe Biden, de conformidad con sus propias palabras, encontró a unos Estados Unidos que estaban padeciendo la peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y el peor ataque a su democracia desde la Guerra Civil. Apelando a la costumbre iniciada durante la época de Franklin Delano Roosevelt, de evaluar los resultados de los primeros 100 días de una gestión de gobierno, el actual presidente norteamericano lanzó el más importante plan de rescate en la historia de los Estados Unidos.
Empezó por la aplicación de una estrategia nacional de vacunación contra la Covid- 19, que se proponía alcanzar a 100 millones de ciudadanos en 100 días.
Superó la meta, al inyectar la dosis a 220 millones de personas, más del doble de lo que inicialmente se había propuesto.
En el primer trimestre de este año, la economía creció 7 por ciento; y según el FMI, se proyecta que para este año tendrá una expansión de 6 por ciento, la más alta en tres décadas.
Durante su joven gestión de gobierno, el presidente Biden ha contribuido a la creación de un millón 300 mil nuevos empleos; a la entrega de 1 mil 400 dólares a 160 millones de personas; a conceder préstamos a pequeños y medianos negocios; y asistir a numerosas familias con el pago de sus alquileres.
Para generar mayor equidad y justicia social, Biden ha logrado el registro de 800 mil ciudadanos adicionales en el sistema de salud. Ha creado un crédito fiscal de tres mil dólares por cada niño en la familia; a elevar a 16 años el sistema educativo público gratuito; y aspira a incrementar el salario mínimo de 7 dólares con 50 centavos la hora, a 15 dólares la hora.
Fiscalidad Progresiva
En adición a todo lo anterior, el actual gobierno estadounidense tiene un plan de infraestructuras para la instalación de sistemas eléctricos, construcción de puentes, carreteras, puertos, aeropuertos, corredores ferroviarios y líneas de tránsito.
Se plantea efectuar el mayor volumen de inversión que se haya realizado en investigación, desarrollo e innovación (fuera de lo militar), para promover la inteligencia artificial, la industria de semiconductores, la biotecnología y la energía limpia.
Esto así, debido a que durante los próximos 10 años, el desarrollo de la alta tecnología experimentará una evolución más rápida y superior que la de los últimos 50 años, lo que Estados Unidos aspira a liderar.
Al tomar nota de tantos proyectos e iniciativas, la pregunta, por supuesto, es la de cómo financiar todo ese vasto programa de recuperación económica y desarrollo, que se calcula en una inversión de cuatro trillones de dólares.
A decir verdad, sólo hay una manera: aumentando los impuestos, lo cual se realiza mediante una reforma fiscal que permita incrementar los ingresos del Estado.
En el esquema de Biden, esa reforma será de naturaleza progresiva, ya que no se propone gravar a la clase media ni al mundo laboral, sino sólo al sector corporativo.
En Estados Unidos, muchas empresas evaden el pago de impuestos a través de paraísos fiscales. Se benefician de lagunas fiscales, de chicanas legales, de deducciones injustificadas y de traslado de ganancias al extranjero.
En el plan de Biden, se aumentará el pago de impuestos al 1 por ciento más rico de los norteamericanos, es decir, a los que ganan más de 400 mil dólares al año y a las grandes empresas. Las diferencias entre Joe Biden y Donald Trump en materia de impuestos resultan abismales. En el 2017, Trump redujo impuestos sobre la base de que contribuiría al crecimiento económico y a un desparrame de riqueza en favor de los más desfavorecidos.
No fue así. En su lugar, hubo un déficit de dos trillones de dólares; y el ahorro fiscal, en lugar de ser utilizado para aumentar salarios, fue a parar, por el contrario, en los bolsillos de los directores de empresas, que empezaron a recibir ingresos 320 veces más que el salario de sus trabajadores.
El retorno del estado
En la era de Biden se considera que será el Estado y no el mercado el que desempeñará el papel protagónico en la estrategia para superar la actual crisis sanitaria, económica y social; y el que, por consiguiente, estará al frente de la futura transformación del país.
Eso, naturalmente, contrasta con lo acontecido en los Estados Unidos durante los últimos 40 años, desde la época de Ronald Reagan, cuando se había establecido como sabiduría convencional que “el gobierno no es la solución a los problemas, sino que el gobierno es el problema.”
Con ese criterio se puso fin a un modelo de desarrollo, sustentado en el papel del Estado, de tipo keynesiano, en el lenguaje de los economistas, que se había estado aplicando desde el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, y muy especialmente, desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Ese modelo entró en crisis y se agotó durante la década de los 70 del siglo pasado. Eso, como consecuencia de la cuadruplicación de los precios del petróleo, el incremento del gasto público provocado por el escalamiento de la Guerra de Vietnam, la suspensión de la convertibilidad del dólar norteamericano por oro, establecido por el presidente Richard Nixon, y la espiral inflacionaria desatada.
Debido a ese cúmulo de factores, se estableció como criterio dominante que el keynesianismo había llegado a su fin y que, por tanto, se iniciaba una nueva época: la del neoliberalismo o la de predominio del fundamentalismo del mercado.
Así como todos los mandatarios norteamericanos, fuesen demócratas o republicados, desde Roosevelt hasta Jimmy Carter, habían sido keynesianos, ocurrió que desde Reagan hasta Biden, por el contrario, pasaron a ser neoliberales, con excepción de Bill Clinton y Barack Obama, que fueron centristas o de Tercera Vía.
Esto último implicaba la aplicación de una política económica híbrida o mixta de desarrollo, fundamentada, al mismo tiempo, en el papel del Estado y del mercado.
Ahora, con el plan de Joe Biden para hacer que los Estados Unidos salgan de la crisis y vuelvan a ocupar un rol de liderazgo mundial, el Estado federal norteamericano vuelve a ocupar un rol central en la estrategia de recuperación y renovación de la sociedad norteamericana.
A diferencia de Reagan, Biden considera que el Estado no es el problema, sino la solución, ya que en su concepción el Estado implica a todos los ciudadanos norteamericanos.
Al asumir al Estado, en sustitución del mercado, como eje conductor de la estrategia de desarrollo de los Estados Unidos, Joe Biden revierte el modelo neoliberal e introduce una variación significativa en el mecanismo de funcionamiento del sistema capitalista norteamericano.
Una variación tan significativa que bien pudiera clasificarse de un cambio de paradigma.